viernes, 18 de febrero de 2011

La escuela

Laura Máscaró, describe la escuela tal y como es:

¿Qué hace la escuela? Reduce el aprendizaje a un currículum preestablecido por el poder político, igual para todos, y segrega el conocimiento en asignaturas independientes unas de otras como si no tuvieran nada que ver. Los niños no sólo no ven relación entre las distintas ramas del conocimiento académico sino que no le ven utilidad práctica. En la escuela los niños se sientan y escuchan, actúan a toque de timbre, se mueven en fila de a uno y hasta tienen un pupitre asignado; no participan activamente, no experimentan, no descubren; engullen una gran cantidad de materia que muchas veces ni entienden, para luego vomitarla en un examen que servirá para poner de manifiesto lo que no han sido capaces de retener en su memoria, porque no olvidemos que un examen nunca sirve para demostrar lo que sí sabes sino para poner de manifiesto aquello que no has sido capaz de retener. Entonces, los alumnos se comparan unos con otros y se empiezan a poner etiquetas en función de su mayor o menor capacidad para seguir al rebaño, lo cual, inevitablemente, mina su autoestima, su personalidad y su propia consideración de si mismos impidiendo el despliegue de su individualidad. Y para que los menos capaces no queden rezagados (porque no todos tenemos las mismas capacidades), la escuela se ampara en la tan manida “igualdad” que propugna la Constitución cuya consecuencia es la rebaja del nivel académico hasta límites vergonzosos.

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